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¿La disculpa pública borrará el maltrato de AMLO a dolido padre?

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Laura Castillo García

Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México

Estado de México.- Siempre he pensado que pedir disculpas por alguna falta cometida no modifica en nada lo sucedido; trátese de algún exabrupto o algún acto indebido del tipo que sea, nada, nada, borra el agravio recibido, pues fue una acción que se realizó en un tiempo al que jamás podremos regresar. Más bien esas acciones permiten ver realmente parte de la personalidad de las personas que cometen algún agravio en contra de otras, pues se muestran tal cual son, sin máscaras de por medio.

Es el caso del maltrato que Andrés Manuel López Obrador, el presidente del partido Morena, infligió al padre de uno de los jóvenes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 y que eran estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, ubicada en el municipio de Iguala, Guerrero.

Dudo que una disculpa pública, como solicitó el presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, borre el hecho de que el virtual candidato de ese partido a la presidencia de la República haya tratado con prepotencia y desprecio al dolido padre que con justa razón le reclamó su responsabilidad en la desaparición forzada de su hijo, y de otros 42 jóvenes, toda vez que dio su respaldo político al responsable directo de ese terrible hecho, al ex presidente municipal de Iguala, el perredista José Luis Abarca (encarcelado por ese hecho), y porque el entonces gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, también perredista, tampoco hizo nada para aclarar la desaparición de los estudiantes.

Hay quienes defienden a López Obrador con el argumento de que «ese señor (el padre que perdió un hijo) es del PAN y solo quería dejar en mal al presidente de Morena», nada más estúpido. ¿Qué harían esos defensores a ultranza de López Obrador si alguno de sus hijos hubiera sufrido la misma suerte? ¿Reaccionarían absolutamente ecuánimes, tranquilos? No lo creo.

Independientemente de sí el padre del joven desaparecido milite o simpatice con algún partido político, en ese breve encuentro salieron a relucir verdades incuestionables con relación a la responsabilidad de López Obrador en tan lamentable acontecimiento: en primer lugar, que AMLO sí tiene responsabilidad porque él dio el apoyo político a José Luis Abarca, pese a que a buen tiempo supo que la fama de ese señor no era buena, dado que hubo gente que le presentaba pruebas de su relación con narcotraficantes, según han revelado algunos ex perredistas.

En segundo lugar, porque AMLO no llamó a cuentas al ex alcalde de Iguala, quien a la postre se supo que fue él el que ordenó la represión contra estudiantes, pese a que aquél era militante del PRD, partido que en ese momento presidía nacionalmente el tabasqueño. Lo mismo, dicen muchos, debió haber hecho con el ex gobernador de Guerrero, Andrés Aguirre, también perredista. No obstante, el que se dice paladín de la justicia no movió ni un dedo para auxiliar a los padres de familia para que dieran con el paradero de sus hijos.

Además de que el incidente sucedido en Nueva York recordó la real responsabilidad de López Obrador en la desaparición forzosa de los 43 normalistas de Ayotzinapa, reveló en toda su pureza al señor: grosero, intolerante, soberbio, prepotente y con una absoluta falta de autocrítica, cualidades negativas que estoy segura no se borrarán con una disculpa de AMLO al dolido padre.

Si AMLO, en plena campaña política se comporta así con la gente, qué pasará si llega a ser presidente del país. Si eso ocurriera, que Dios nos agarre confesados.