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Perra vida

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La vida como es…

Raziel 1

De Octavio Raziel

 

La vida es hermosa; con sus altas y sus bajas, sus bajas y sus altas. Durante mi existencia he tenido muchas bajas que me hicieron ver como un perrito en periférico: si avanzaba podría llegar a Laredo y si retrocedía estaría en Tapachula; si me hacía a cualesquiera de los lados tendría pase automático al cielo o al infierno de los perros. Pero siempre tomé decisiones acertadas que me permitieron mantenerme hasta el momento en las altas.

Mi vida con los perros se inició con el rescate de dos cachorros abandonados a la orilla de la carretera en un pueblo de Oaxaca: el Tarzán y la Pirata (tenía una mancha en un ojo) Cuando regresé a continuar la segunda parte de mi primaria en la capital de la República se quedaron con mi abuela.

Era callejero por derecho propio. Su filosofía de la libertad fue ganar la suya sin atar a otros y sobre los otros no pasar jamás. (Alberto Cortez)

En la Ciudad de México, un día llegó Solovino, perrillo corriente cruzado con callejero. Lo adoptamos el tío Darío y yo. Me acompañaba desde la colonia Guadalupe Tepeyac hasta mi escuela primaria en la colonia Insurgentes. Luego, hasta la secundaria en la misma colonia. Un día, no me espero a la puerta del plantel. Simplemente desapareció. Después de días de preguntar, de recorrer las viejas calles de la Villa de Guadalupe, acepté la pérdida del entrañable amigo.

El escritor francés Anatole France decía: «Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida».

Escribir sobre estos animales llevaría a un trabajo enciclopédico. Abundan las leyendas y los mitos, desde los que acompañaron a los primeros habitantes en las cavernas o los engordados -xoloitzcuintles- para ser comidos en las fiestas aztecas.

Caí en la trampa y compré el libro de Arturo Pérez Reverte, Perros e hijos de perra, que no es sino una recopilación de algunas columnas que publicó en el periódico El País. No sólo perdí mi dinero -está sobrevalorado- sino mi tiempo, que es más valioso. Lo que se salva son las viñetas de Augusto Ferrer-Dalmau con las que engordan el volumen. No lo recomiendo.

Raziel F3

Los canes, cuando son cachorros, son bellos, juguetones y tiernos. Algunas películas, en su momento, trajeron aparejada la desgracia para estos seres: La dama y el vagabundo con Reina, una Cocker Spaniel; Beethoven, con un San Bernardo; Rin Tin Tín, Comisario Rex, K-9, con un Pastor Alemán; Lassie, con una Collie, sin olvidarnos de los 101 dálmatas, los Doberman, losRottweiler, etc.

Cada película que ha incluido a estos animales promociona la venta de cachorros que, pequeños, son el “juguete” de los niños; sólo que al crecer dejan de ser graciosos; a los chamacos les aburren y en más de una ocasión los arrojan -a las mascotas, se entiende- a la calle (aunque San Compadre preferiría que incluyeran a algunos de los niños que Herodes olvidó). Así, vemos a cientos de estos animales adultos que evocaron a los que aparecieron en las pantallas grandes y terminaron atropellados, mutilados, incendiados -inclusive- por vándalos, arrastrando un único pecado: haber sido remedo de estrellas del cine.

Raziel F4

A los canes, como a los humanos, les aquejan alergias, diabetes, gripe y otros males, además sufren de stress.

Sabia conseja mexicana es aquella que dice que “los perros abren los ojos a los 15 días…los pendejos, nunca”.

Por su porte -y cierto parecido al príncipe Andrés de Inglaterra- nombré a mi pastor alemán “Andrew”, con el que conviví 13 años, hasta que la displasia de cadera, mal de príncipes y perros de esa raza, llevó a la decisión de dormirlo y enterrarlo sentado en el jardín, frente a la reja de entrada, desde donde acostumbraba enterarse del ir y devenir de los vecinos.

 Raziel F5 

Por esas fechas me había lastimado -levemente- las vértebras lumbares en un accidente en el volcán Iztaccíhuatl. Pregunté al veterinario si no habría la oferta de dormir al dos por uno. Lamentablemente, me informó, la promoción terminó hace unos días.