La vida como es…
De Octavio Raziel
En sólo unas décadas han surgido, de lo profundo de los diccionarios y el vocabulario mismo, palabras proscritas, prohibidas, y sobre todo pecaminosas que sólo podían pronunciarse en la clandestinidad. Pene, busto, testículos, pezones, vagina o clítoris, eran vocablos que estaban vedados, reservados a los médicos y uno que otro intelectual que las profería sottovoce.
Hablar de la mujer nos remite a seres creados por el Universo que forman parte de un entorno activo, vivo. No todas serán madres, pero si todas son hijas; no todas son buenas como tampoco todas son malas –aunque José Saramago afirmara que la totalidad de ellas posee un alto índice de maldad, pero más las de cara de inocencia-
Las féminas -salvo alguna con defecto de fabricación- tienen clítoris y cuya única función es otorgar placer sexual -no importa su preferencia- sin nada que ver con la función reproductiva. Es extremadamente sensible y causante directo de todos los orgasmos femeninos con sus ocho mil terminales nerviosas en su parte externa y 15 mil en la región pélvica -el doble de las del pene- que junto con la estimulación vaginal, el cuello uterino y los pezones desencadenan respuestas cerebrales. Descubrir su función permitió a nuestro amigo Alberto éxito en el trato con el sexo opuesto.
Al igual que el pene, posee capuchón, glande y cuerpos cavernosos que se llenan de sangre con la excitación sexual; sufre también, como en el órgano masculino, patologías como hipertensión, diabetes y el paso del tiempo.
Hasta hace poco se empezó a hablar del complejo uretra-clítoris-vagina como una zona de estimulación erótica y sensorial muy potente. Sin embargo, a menudo la mujer no queda satisfecha con una única experiencia orgásmica y en algunos casos puede prescindir del hombre al descubrir una sexualidad femenina independiente del coito con los hombres.
Ese órgano ha sido y es todavía objeto de discriminación, persecución cultural y escatimado protagonismo.
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra” (Génesis) como si Él hablara con su otra mitad, con su esposa. Ella es Athiret, para los judíos Asherat, nuestra madre que está en el Cielo y Él es nuestro padre. A partir de ese momento se crea la hierosgamos, la unión espiritual, y en algunos casos carnales, o ambas, como el caso de Jesús con María de Magdala, que pese al esfuerzo de la clerecía misógina de convertirla en una prostituta, fue mujer fiel y amorosa del betlemita. Más adelante fue la unión de Mahoma con Aisha -su tercera esposa, a la que violó a los nueve años-. En este último caso, la pregunta es si a Aisha -la favorita- y a sus otras doce esposas les practicaron la ablación que las transformaron en un objeto más de uso para el Profeta. Pervive esa costumbre aberrante, discriminatoria y una flagrante violación de los derechos humanos de niñas y mujeres que debe ser condenada por el mundo civilizado.*
La Organización de las Naciones Unidas denunció hace unas semanas que el Estado Islámico ha ordenado que a partir de ya todas las mujeres que van de la pre adolescencia a los 49 años sean mutiladas en nombre del Profeta. Los pueblos civilizados deben de unirse al combate, desde todos los foros, de esa cruenta, absurda e inaceptable tradición.
La maestra Verónica Gutiérrez Portillo, médica familiar de la UAM Xochimilco, expresó recientemente que el clítoris es una parte de la anatomía femenina delicada y sensible que debe ser tratada como tal, algo que la mayoría de los hombres todavía desconoce.
Para San Compadre, la libertad de la mujer es un derecho; de vivir la vida moderna, convivir con sus amigos o amigas, procurar su arreglo personal, tener libertad para no usar velos o para vestir a la moda, estudiar y trabajar si así lo desea. Y sobre todo, de disfrutar el don que Dios le dio: su sexualidad. La dignidad femenina puede ir de la mano de esas emancipaciones aunque le pese al Estado Islámico, a la Liga de la decencia o a la de la Vela Perpetua.