Los recursos minerales de nuestro país, importantes en cantidad y calidad por encima de muchos países, han sido factor de dominación desde la conquista de México, que llevó el oro y la plata a Europa, es decir, como siempre, aprovechados por los españoles y poco por los mexicanos.
Desde la conquista hasta la fecha, los extranjeros se han visto más beneficiados que nosotros con el aprovechamiento de los recursos naturales, pues si no son empresas extranjeras las que extraen del suelo los minerales, cuando lo hacen las empresas del estado, como Pemex, resulta que se envía el petróleo fuera del país y luego nos lo venden en forma de productos con valor agregado.
La independencia de México y los famosos Tratados de Córdoba, transfieren al naciente estado mexicano la propiedad de las riquezas del subsuelo del virreinato. En 1884 Porfirio Díaz promulga el Código de Minas de los Estados Unidos Mexicanos con lo cual se permite el traslado de derechos de extracción a los particulares. En 1901 se expide la primera Ley del Petróleo, que otorga permisos a empresas y particulares para explotar el suelo nacional. En la época de Francisco I. Madero, como presidente, se pretende poner un gravamen al petróleo explotado por los extranjeros; sin embargo, éstos se quejaron ante el gobierno de los Estados Unidos, el cual presionó al gobierno mexicano el cual, a su vez, como hoy el gobierno de AMLO cedió ante las presiones para poner a la Guardia Nacional a frenar a nuestros hermanos latinoamericanos, cedió a las presiones norteamericanas y evitó el cobro del gravamen en comento, e incluso, con el embajador Wilson, se urdió el plan para dar muerte a Madero.
Después vino el nacimiento del Articulo 27 constitucional que aclaraba que el subsuelo era propiedad de la nación y que a la letra dice: “La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la nación la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada”. Los gobiernos posteriores a Carranza, poco pudieron hacer con el intento de gravar el petróleo a las empresas extranjeras. El cambio nacionalista vino con la llegada del General Lázaro Cárdenas quien en 1935 conforma el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) y en 1937 la Administración General del Petróleo Nacional (AGPN). Con el sindicato en funciones, demandaron la revisión de un contrato colectivo, al cual se negaron las empresas petroleras y se declaran en la incapacidad de cumplir con las demandas de los trabajadores y estalla la huelga, pues la Junta de Conciliación y Arbitraje, JCA, demostró que sí estaban en capacidad de atender las demandas de los trabajadores. Es entonces que el 18 de marzo de 1938 Lázaro Cárdenas declara la expropiación petrolera, la cual contó con la coyuntura internacional en los albores de la Segunda Guerra Mundial que distrajo a los países dueños de las petroleras. En julio de 1938 se forma Petróleos Mexicanos (Pemex). En 1940 se inaugura la primera refinería nacional, en 1946 la de Azcapotzalco y en 1950 la de Salamanca y Reinosa. En 1976 se inicia la explotación de recursos del petróleo submarinos con el descubrimiento de Cantarell, que se convirtió, en parte, en la catástrofe de México, pues de “administrar la abundancia”, pasamos a la primera gran y severa crisis en 1977 con las posteriores devaluaciones del peso, sin una política industrial clara[1].
En esta época se puso de manifiesto la dependencia del estado mexicano de la venta del petróleo. El problema se agravó en la medida en Pemex se volvió la gallina de los huevos de oro, pues la carga tributaria era tal que poco a poco Pemex se quedó sin recursos para modernizarse; gradualmente, fue perdiendo su capacidad productiva al tiempo que los grandes descubrimientos se fueron agotando, como el caso del mencionado yacimiento de la sonda de Campeche: Cantarell. De hecho, hoy día, se producen más menos, 1.8 millones de barriles al día, de los cuales usamos internamente en México, 1.2, es decir, el 66% y el resto, 600 mil barriles, se exporta. El gobierno promete subir la capacidad productiva de 1.8 a 2.7 millones de barriles por día, pero no se ve por donde, pues el costo de extracción por barril anda en 15 dólares, según la agencia calificadora Moody´s, pero el precio de la mezcla mexicana es de 47.23 dólares, por lo que la ganancia sería de 32.23 dólares por barril, que multiplicado por los 1.8 millones de barriles, tendríamos un ingreso neto de 27,175 millones de dólares anuales; sin embargo, la deuda actual de Pemex es del orden de 1 billón, 954 mil millones para el 2019, es decir, que para pagar la deuda de Pemex con el propio esfuerzo de Pemex se requieren 72 años. La pregunta obvia es si en estas condiciones será posible que Pemex realice inversiones millonarias para extraer más petróleo en aguas submarinas y la respuesta es evidente: no. Por tanto, un plan nacionalista de Pemex o de CFE en este momento es un contrasentido y refleja la necia visión de querer ignorar el contexto internacional que nos persigue con la solidez de la firma de un T-MEC. Si a ello le agregamos que los proyectos propuestos por el presidente, que son inviables y demandan mucho dinero; y un país en franco retroceso económico, entonces, se consolida la idea de que Pemex, sólo, no puede; por tanto, lo que se requiere es una visión inteligente que sepa aprovechar la asociación de capital extranjero para que se desarrolle el capitalismo, como señaló Carlos Marx, para poder alcanzar una sociedad que pueda distribuir la riqueza existente, no como ahora, que repartir dinero no significa distribuir la riqueza.
La llegada de la 4ª T pretende regresar al monopolio absoluto de Pemex y de la CFE, es decir, de la energía, pero, como queda claro, ello representa un error por lo antes dicho. En el año 2013 se hizo la reforma energética más importante desde la Revolución Mexicana y se hizo, acorde a los principios que en el mundo gobiernan, es decir, una reforma capitalista. Desde ese momento se lanzaron contra esa reforma la “izquierda”, pero ya se vio que en el fondo lo que se buscaba era sacar votos en la elección de 2018 y aunque ahora traen una campaña para “recuperar” a Pemex, lo cierto es que aún teniendo la absoluta mayoría en el Congreso, la reforma energética neoliberal, como le llamaron, sigue tal cual la impulsó Peña Nieto, por lo cual se refleja que no tienen la intención de quedar mal con las empresas extranjeras, sino mediáticamente ganarse la confianza de las calificadoras para que no le sigan bajando el grado de inversión a Pemex y ahora se buscan las alianzas estratégicas con empresas privadas, en otras palabras, una cosa se dice en el discurso y otra se hace en la realidad. Hoy en día está inundado el mercado mexicano de empresas extranjeras que compran y venden el petróleo en forma de gasolina y no se ve pronto una expropiación petrolera moderna, de hecho, en estos momentos, es totalmente inconveniente, como inconveniente es querer volver a centralizar todo y hacer a un lado a la empresa privada, pues ello frenará más a México y su proceso de desarrollo, lo cual golpeará, como siempre, a los más desprotegidos de México.
Texcoco, México a 19 de febrero de 2020
[1] Con ayuda de los datos publicados en: https://www.sinembargo.mx/21-03-2017/3177595