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II Jornada nacional de coros y rondallas

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Cultura para todos

Laura Castillo García
Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México

Acercar el arte a la gente que por sus condiciones económicas no está en posibilidades de
comprar boletos para presenciar una obra de teatro, conciertos o baile, y menos para
emprender estudios en la disciplina artística en la que crea que tenga talento, que sea de
su agrado o de cualquier otra, es uno de los grandes objetivos del Movimiento
Antorchismo Nacional, el cual ve en el arte una forma de sensibilizar y humanizar a
quienes el sistema solo ve como máquinas de producir bienes materiales.

En la II Jornada nacional de coros y rondallas, organizada por el Movimiento
Antorchista Nacional y que se realizó el sábado 26 de octubre en las capitales de todas las
entidades federativas del país, participaron cerca de 10 mil niños y jóvenes, quienes con
las actividades artísticas impulsadas por el antorchismo se sustraen a los vicios, celulares y
dispositivos electrónicos de todo tipo que los han sumido en una abulia desesperante que
muchos de los padres de familia no saben qué medidas tomar para reintegrar a sus hijos a
una vida social más sana en la que incluyan: juegos –pero no en la calle por la violencia
que priva en el país–, actividades recreativas como paseos al aire libre, aunque también
eso implica riesgos.
Por eso, para los padres de familia que tienen la oportunidad de que sus hijos se
involucren en actividades artísticas promovidas desde las escuelas –que no son
instituciones privadas, en donde les cobran un ojo de la cara por los talleres artísticos que
ofrecen, sino que son centros educativos públicos, pero que trabajan para desarrollar
integralmente a los alumnos– son tan importantes los concursos artísticos y encuentros
deportivos que promueven el canto individual, duetos y tríos; declamación, baile, danzas,
coros y rondallas, pues saben que es una forma efectiva para que sus hijos crezcan sanos y
alejados de los vicios.


La Comisión Cultural del Movimiento Antorchista Nacional despliega grandes
esfuerzos y recursos económicos para llevar a cabo cada una de las actividades artísticas
que promueve: sabe que los participantes, aunque no ganen, se sienten satisfechos al ver
que pueden crear belleza con su voz –en el caso del canto tanto individual como
colectivo– y con los instrumentos que tocan, lo cual les exige muchas horas de ensayo,
pero que se ven recompensadas con el producto artístico de su trabajo, lo cual les
produce una emoción diferente a la que les dan los memes o burdos chistes que ven en
las redes sociales.
Y es que hay que subrayar que en un coro, muchos de los participantes no saben
leer una partitura o lo más mínimo de música y sí se dan cuenta que individualmente su
voz no vale nada, pero que cuando la unen a las de otras 30 o 40 personas crean belleza
colectiva y eso los acerca más a la buena música y a las bellas artes en general.

Muchos de los participantes en los coros que se presentan en los eventos
organizados por el antorchismo nacional, están formados por hijos del pueblo, que se
educa en escuelas públicas en donde no hay espacios solemnes o exclusivos, con acústica
perfecta y equipados con piano, sillas, espacio de almacenamiento, calefacción, etc. No,
de eso no hay en escuelas públicas, por lo que utilizan salones de clases o canchas
deportivas para realizar sus ensayos.
No les importa el espacio en el que ensayan, lo que importa es el producto vocal
que van puliendo minuto a minuto hasta que finalmente crean belleza que los enamora y
entusiasma para seguir ensayando a fin de hacer música lo más bonita posible y alcanzar
un grado de calidad aceptable que los haga sentir orgullosos de cantar, de poner en
práctica una actividad humana natural que se enriquece con la expresión colectiva. Y los
sentimientos que los cantantes colectivos experimentan, son tan profundos que a muchos
de ellos se les ha despertado el sentimiento de querer que toda la humanidad los
experimente y, por lo tanto, con su sublime actividad también reclaman que el mundo
cambie y sea mejor para todos.
El trabajo colectivo que hace un coro construye comunidad y rechaza el
individualismo, el egoísmo y la desconfianza que fomenta una sociedad dividida en clases.
Qué decir de las rondallas, agrupaciones musicales formadas durante la Edad
Media, las cuales han evolucionado y ahora están formadas por instrumentos de cuerda,
voces y un declamador. Estos conjuntos musicales interpretan canciones de amor, y
melancolía; fomentan el romanticismo. En México, una rondalla se caracteriza por utilizar
guitarras, requintos, contrabajos y varias voces. Los temas que ahora interpretan son más
variados y más expresivos.

En las rondallas, como en las orquestas, la música, la melodía, es producida
colectivamente; los cantos también son colectivos, aunque también son interpretados por
solistas.
Los resultados del trabajo colectivo de las rondallas también son los mismos que
los de los coros: generan unidad, solidaridad y sentimientos colectivos.
La música que interpretan coros y rondallas fomenta nobles sentimientos y valores
altamente humanos que no solo entretienen y aculturan a quienes participan en ellos,
sino que provocan catarsis en quienes los escuchan y eso va haciendo que los intérpretes
se vayan desarrollando como seres humanos empáticos, solidarios y tolerantes.
Además que, repito, alejan a los jóvenes de los vicios y la vagancia, deformaciones
humanas que lamentablemente fomentan las becas que reparte la 4T, pues en las
escuelas bien se sabe que los jóvenes las utilizan para comprar cigarros, drogas o las
chucherías que le ofrece el consumismo capitalista.
Lo mejor para que los jóvenes se desarrollen y se vuelvan seres humanos útiles a la
humanidad es que trabajen, se esfuercen, canten, baile, lean, paseen, aprendan a tocar un
instrumento. Y qué mejor si lo hacen en colectivo que fomenta la convivencia social, la
solidaridad y la empatía.

Gracias Movimiento Antorchista Nacional por realizar este tipo de eventos
culturales que no solo benefician a los jóvenes, sino a todo aquel que los presencia, pues
el que es espectador de un buen evento artístico, generalmente hace catarsis y se
renueva.