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Con motivo del Día Internacional de la Mujer

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Laura Castillo García

Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México

Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer todas recibimos muchas felicitaciones de amigas, conocidas, madres y hermanas, todas manifestaron sus mejores deseos desde su muy particular punto de vista, pero hubo quienes no las aceptaron porque “aun falta mucho por hacer en el tema de los derechos y la igualdad de género”, como dijo una querida amiga. En lo que sí estamos de acuerdo todas, al igual que el género masculino, es que sin la participación de la mujer en los ámbitos social y económico las cosas no serían iguales.

Me uno a la felicitación a las mujeres, incluidas las que no quieren recibir ni una sola de ellas, pero las felicito no por ser mujeres sino por la actitud que asumen, ante los obstáculos que les impone el sistema económico, los cuales generalmente son difíciles de superar.

Cierto que en el ámbito laboral las mujeres sufren las consecuencias del machismo (prepotencia varonil): no son tratadas como los varones. Según datos publicados en un medio nacional, los hombres empleados tienen un ingreso promedio de seis mil 204 pesos mensuales, mientras que el de las mujeres es cuatro mil 788 pesos al mes, pese a que éstas trabajan más horas.

Cierto que por el machismo las mujeres sufren maltrato físico y psicológico, sobre todo las de condición más humilde, quienes no saben o no quieren defenderse porque están de por medio sus hijos, por lo que llevan pesadas cargas psicológicas de por vida.

Otro hecho irrefutable es que cada vez hay más madres solteras que trabajan tenazmente día a día para sacar adelante a sus hijos, quienes en muchas ocasiones se descarrilan y pasan a formar parte del extracto social más bajo: el lumpenproletariado, ahora llamados “ninis” porque ni estudian ni trabajan y solo se dedican a disfrutar la vida sin importar de dónde sacan los recursos para ello. Y ni hablar de las madres solteras adolescentes, a quienes los medios de comunicación incitan a la práctica sexual irresponsable.

Todo esto, ciertamente, trae innumerables sufrimientos a las mujeres pero, a diferencia de quienes creen que  son originados por la maldad de los hombres –que no negamos hacen lo suyo por el machismo en que han sido educados-, creemos que el origen de esos males está en el sistema dividido en clases, en el sistema capitalista que ha devenido en un neoliberalismo rapaz en el que los seres humanos no le importan a la clase capitalista, a los súper ricos. Lo único que les importa es la ganancia, la máxima ganancia con la que no solo viven con las mayores comodidades y lujos, sino que los hace tan insensibles que llegan a considerar que los trabajadores son de su propiedad y que la obligación de éstos es mantener el tren de vida de aquellos sin importar que los segundos vivan oprimidos y con salarios tan miserables que no les alcanzan para adquirir la canasta básica.

Pero todos esos maltratos infligidos tanto a hombres como mujeres,  tendrán que desaparecer en una sociedad más humana en la que el centro de las preocupaciones y la actividad humana sea el ser humano mismo y no la ganancia.

Pero, ¿de dónde viene el machismo? ¿Por qué surgió? Con el surgimiento del esclavismo, las mujeres -sobre todo las madres- perdieron el rol preponderante que jugaron en la comunidad primitiva, en la época histórica conocida comúnmente como matriarcado (aunque hay historiadores que aseguran que realmente son sociedades matrilineales o matrilocales) en el cual tenían un rol central de liderazgo político, autoridad moral, control de la propiedad y de la custodia de sus hijos pero sin tener preferencias o ventajas sobre los hombres, a diferencia del patriarcado en que los hombres sí tenían preeminencia sobre las mujeres.

En esas sociedades primitivas, la mujer estaba a cargo de la distribución de los bienes para el clan, especialmente de las fuentes de nutrición, campo y comida, lo que le otorgaba una fuerte posición en las sociedades matriarcales.

Todo cambió a partir de la aparición de la sociedad dividida en clases y su propiedad privada, misma que exigió exclusividad en las relaciones de pareja; he aquí el nacimiento de la monogamia, necesaria para garantizar que la riqueza acumulada quedara en manos de los descendientes.

A partir de ese momento, el género femenino ha sufrido las consecuencias de vivir en una sociedad machista a pesar de que desde hace siglos (a partir de la revolución industrial en Inglaterra en el siglo XVIII) hace grandes aportaciones a la vida productiva de la sociedad.

A la mujer, pues, se le empezó a minusvalorar desde que apareció la primera sociedad dividida en clases, cuestión que pervive hasta nuestros días pero con la agravante de que no solo se maltrata y minusvalora a la mujer, sino a todos los seres humanos que no poseen medios de producción para allegarse sus medios de vida; es decir, a todos los trabajadores del mundo.

Es necesario acabar con esta inequitativa situación. Para ello, el Movimiento Antorchista Nacional llama a los mexicanos a que se sumen a sus filas para que juntos, mujeres y hombres, trabajemos decidida y conscientemente para acabar con el sistema económico que nos oprime y minusvalora: el capitalismo neoliberal.