Por: Marco Miramón
Está a punto de dar un giro de trecientos grados la justicia en materia penal. Duramos cien años con el sistema inquisitivo-mixto y en dos días se escribe una nueva historia.
Hacía falta la transición hacia una justicia de cara al pueblo, donde la víctima y ofendido tuvieran la certeza de ser protegidos en sus derechos humanos y de que se castigara al culpable, que no quedara impune.
Hacía falta que el proceso saliera a la luz, que no se llevara en lo oculto, que tanto víctima como imputado tuvieran la oportunidad de contradecir los argumentos, de que el juez valorara las pruebas sin intermediarios, que fueran públicas las audiencias, que la prisión preventiva fuera una excepción a la regla, que todo ser se presumiera inocente hasta que no se demostrara lo contrario con sentencia de condena.
Era necesario también limitar el poder del ministerio público para evitar los abusos y violaciones a derechos humanos. Ahora tendrá que solicitar una orden de aprehensión al juez de control; en el caso de intervención de comunicaciones, hará la solicitud ante un juez federal.
La policía ministerial queda bajo su mando con la finalidad de realizar las tareas de investigación correspondientes. Y la carga de la prueba le corresponde a él. Hoy es una realidad. El sistema penal acusatorio que entra en vigor a nivel República tiene éstas y otras bondades.
Con el nuevo sistema penal también entran Los Métodos Alternativos de Solución de Controversias (mediación, conciliación y Justicia restaurativa); su razón de ser descansa en brindar soluciones para que las pretensiones sean satisfechas lo más pronto posible o, en dado caso, interrumpir el proceso en cualquiera de sus etapas si las partes manifiestan su voluntad de llegar a un arreglo (que en la mayoría de los casos, es lo mejor, lo más sano).
Así, hay plena garantía de la reparación del daño, elemento indispensable para llegar a una solución que ponga fin a la litis.
A pesar de todo, de las omisiones legislativas, de las leyes que aún no se han aprobado y que son necesarias para que el nuevo sistema penal rinda los frutos esperados, hay esperanza. El nuevo sistema penal acusatorio promete devolvernos la Fe en la impartición de justicia. Sólo queda que los jueces y magistrados como representantes del Estado, estén preparados, a la altura de las exigencias que demanda la nueva historia que se escribe.