Comentario a Tiempo
Por Teodoro Rentería Arróyave
Se había tardado en dar el paso de la abdicación; al fin por la tarde de este lunes 2 de junio el rey Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Juan Carlos I, por cierto nacido en Roma, Italia, el 5 de enero de 1938, renunció al trono español en favor de su hijo, Felipe, Príncipe de Asturias, quién lo sucederá como el Rey Felipe VI.
A estas alturas de la humanidad, desde luego que lo mejor y más prudente hubiera sido, aprovechando la oportunidad del desprestigio acumulado por años, que se cancelara la obsoleta monarquía española.
La realidad, lacerante por cierto, es que las elites siguen gobernando en estos países del antiguo continente, mismas que no pueden desprenderse del mote del “viejo continente”, porque en base a sus intereses son las que mantienen estas pesadas cargas de reinos de zarzuela o de opereta.
La historia de Juan Carlos, hay que ubicarla en su justa dimensión, no fue su elevación al trono una decisión del pueblo español, los pueblos siempre han sido marginados de estas decisiones cupulares, fue decisión personal de uno de los personajes más siniestros de la historia mundial, el dictador Francisco Franco.
Así lo registró la historia, Franco nombró a Juan Carlos como sucesor a título de rey en base a una la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947, ordenamiento, que como era de esperarse en aquel entonces, fue ratificado por las Cortes Españolas el 22 de julio 1969, en tiempos de plenos poderes del franquismo.
La Constitución española, que incluye dicha norma fue ratificada por referéndum popular el 6 de diciembre de 1978 y promulgada el 27 de diciembre del mismo año, sin embargo Juan Carlos I ya era rey dese el 22 de noviembre de 1975 y en esa forma se restableció la monarquía, obvio a la muerte de Franco, nunca antes, es decir, mientras viviera sólo “sus chicharrones tronaban” como se dice en México.
Además, Franco tampoco respetó la línea sucesoria del trono español, por lo que obligó al padre de Juan Carlos I, Juan de Borbón, hijo del rey Alfonso XIII, a ceder sus derechos en favor del nieto del monarca que vivió en el exilio desde la proclamación de la Segunda República en 1931. El poder es el poder, y el vástago se coronó como el rey Juan Carlos I de España.
Cabe destacar que fue hasta el 14 de mayo de 1977, cuando su padre, Juan de Borbón, Conde de Barcelona, renunció a sus derechos dinásticos históricos y a la jefatura de la Casa Real en la persona de Juan Carlos, una vez que hubo constatado la imposibilidad de acceder personalmente al trono, es decir casi un año y medio después de la coronación
Con esta renuncia se reanudó la dinastía histórica; tras la proclamación de Juan Carlos I como rey de España y con la renuncia de Juan de Borbón a sus derechos, Felipe se convirtió en Heredero de la Corona y asumió el título de Príncipe de Asturias el 1 de noviembre de 1977 y ahora será coronado como Felipe VI.
El desprestigio de Juan Carlos de Borbón envuelve su abdicación; toda una vida de liviandades, de desenfrenos, de excesos, de infidelidades, de permitir el enriquecimiento ilegal de familiares incluyendo a una de sus hijas, que además devinieron en enfermedades. Por todo eso y más, es de asegurarse que Juan Carlos I se había tardado en quitarse de su testa testaruda la corona española.
*Periodista y escritor, Secretario de Desarrollo Social de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP, Presidente fundador y vitalicio honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, miembro del Consejo Consultivo del Club Primera Plana