Por: Alejandro Torres
Y sucedió, no hubo sorpresas, fiel a su ideal, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), dejó pasar la oportunidad que le vino como anillo al dedo para reemprender el rumbo de su política con acciones serias, responsables y verdaderamente esperanzadoras.
Obligado un tanto por la pandemia mundial que nos aqueja pero más por su protagonismo, el tan anunciado acto donde se anunciarían medidas para enfrentar aquella y la deteriorada situación económica de nuestro, resultó más de lo mismo: ataques a sus adversarios, culpas al pasado, proyectos que no prometen resultados buenos y políticas de distribución de recursos como la medida de contrarrestar la pobreza y pandemia.
Respecto de las medidas para atender la pandemia del Covid-19, la preocupación de millones en nuestro país, y miles de millones en el mundo, no hubo nada nuevo, no hubo una propuesta que corresponda a la realidad y al reclamo ciudadano, porque seguramente piensa que los ensalmos y estampitas nos van a proteger del contagio o, como malamente afirmaba uno de sus más fieles corifeos, el gobernador poblano Miguel Barbosa, que los pobres están exentos de contagio. Si nos atenemos al desmantelamiento gubernamental, lento pero constante, que ha llevado a prácticamente a la desaparición del sistema de salud pública, el anuncio de camas disponibles y el abasto de respiradores se oye más a un buen deseo que a una acción concreta y urgente. Nuestra realidad: falta de pagos a médicos, despido de destacados galenos, alguno especialistas en distintas áreas de salud, falta de medicamentos cuyo mayor daño mortal lo sufren los niños con cáncer, tan solo por mencionar algunas de las limitaciones con las que nos agarró la pandemia por el actuar presidencial y sin que el mandatario nacional mexicano tome el asunto en serio y ofrezca, cuando menos, certeza y seguridad en la salud de las familias.
Respecto de una propuesta reveladora de conocimiento de economía no lo hubo, no lo podía haber cuando la ignorancia del manejo de los recursos escasos es por demás evidente. La forma y el formato del mensaje lo dice todo, un escenario que le quedó grande deja una sensación de orfandad política, que no de acatar la sana distancia, y de autosuficiencia, que no corresponde a los resultados en sus más de 16 meses al frente de nuestro país, una economía rica, si consideramos el 14º lugar que ocupa México en la arena mundial y cuyo presidente sigue pensando que el trapiche y los tamales de chipilín son el fundamento de la actividad empresarial generadora de empleos para dar calidad de vida a los millones de mexicanos que no disfrutan de esa riqueza que producen y cuyo trabajo permite a nuestro país estar dentro de las 20 economías más importantes del mundo.
¿De dónde se van a generar más de dos millones de empleos? Con encementados que realizarán oaxaqueños para mejorar sus caminos, de la abandonada inversión en infraestructura pública, porque las únicas que cuentan son las obras capricho presidencial como Dos Bocas o El Tren Maya, cuando en casi año y medio del gobierno federal la noticia recurrente ha sido el despido de empleados, algunos de ellos con muchos años de experiencia y de conocimientos, la disminución de sus salarios tan sólo porque al presidente se le ocurrió que nadie puede ganar más que el gran mandón, o de la desaparición de programas que permitían dar ocupación, que no trabajo, a familias humildes, como las estancias infantiles, y muchos etcéteras más. La decepcionante aparición de un AMLO en solitario ofreciendo más de los mismo, para solo confirmarlo en sus delirantes mañaneras y sus minúsculos apoyos ante las grandes necesidades nacionales con las Tandas para el bienestar, que hablan de un gobernante que se quedó anclado en el artesanado y la manufactura sin que nadie le informe que estamos en el Imperialismo, fase superior del capitalismo y su fase más acabada, la globalización.
En uno de sus no pocos arrebatos ante sus mismos correligionarios que cuestionan sus resultados, el mismo AMLO se definió con todas sus letras, ya saben que soy terco, y el tan esperado mensaje presidencial lo único que hizo fue ratificar esa terquedad negativa que domina su humanidad hasta la médula, y que replican sus más fervientes adoradores en los otros dos niveles de gobierno, estatal y municipal, como los albazos, decretos a modo, órganos reguladores con funcionarios a modo, persecución de ambulantes, represión física y política, como negar el registro de partido político al Movimiento Antorchista Poblano, la falsa desaparición de la corrupción, cuando a diario se asignan obras sin concurso, solo por asignación; votaciones a mano alzada para cerrarle el paso a obras que daría confianza al inversor y empleo a miles de mexicanos, no olvide señor presidente que cerrar el paso a los empresarios también afecta a los trabajadores, esa unión dialéctica necesaria de nuestro actual modo de producción, aunque no nos guste hay dramas humanos de millones que no viven de las dádivas del gobierno como refiere un líder empresarial.
Y bueno ¿nos quedaremos a mirar pasar la mortaja nacional? No. Lo más más fácil es dejar correr el agua y, con ello, ser cómplice de la tragedia nacional, no solo con las pobres las medidas presidenciales en contra de los modernos Jinetes del Apocalipsis que ya nos tienen contra la pared, sino con su forma de gobernar. La otra es la que más conviene, pero requiere de brazos dispuestos, corazones sinceros y cerebros sin par, y es la organización y educación políticas de las clases trabajadoras de nuestro país, que comprendan el valor y poder de su voto para que no cometa los yerros que nos tienen en este trance, que no sólo ponga a un gobernante con verdadero arraigo popular y compromiso, con conocimientos científicos y no un fanático religioso y sus estampitas que, además, esté dispuesto a defender a su gobierno, nuestro gobierno, ante cualquier peligro que atente su desempeño.
AMLO simplemente dejó pasar su gran oportunidad, no cambió de rumbo, el despeñadero es su destino, así de terco.