Inicio Opinion En Puebla se asoma el modelo autoritario que Morena quiere para México

En Puebla se asoma el modelo autoritario que Morena quiere para México

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Homero Aguirre Enríquez, Vocero del Movimiento Antorchista Nacional

Muy a tiempo advertimos los antorchistas que la política de bloqueo y acusaciones infamantes, impulsadas desde la presidencia de la República contra las organizaciones y personas que no fueran incondicionales de la 4T, era doblemente peligrosa para los mexicanos.

Primero, porque la historia del país ha concentrado un gran poder en la figura presidencial, en un solo hombre que dispone de recursos, armas e influencias para impulsar su visión del mundo, incluidos su proyecto político y sus fobias, por lo que en el pasado no han sido escasos los abusos cometidos al amparo de ese poder que casi nunca ha tenido contrapesos en los otros poderes o en la sociedad organizada… y hoy los tiene menos que nunca, por lo que la indefensión de los mexicanos se vuelve enorme y grave.

Por otro lado, porque tal política persecutoria del actual ocupante de la silla presidencial genera “imitadores” a escala entre sus seguidores, con un efecto multiplicador de encono y soberbia, más peligroso mientras más fanático y escaso de luces sea el seguidor en turno, pues algunos de ellos estarían dispuestos a cometer crímenes de odio. Y este efecto no es mera especulación: “desde luego que solo a un loco se le ocurriría insinuar alguna intencionalidad en esto, pero solo a un tonto se le escaparía que un ataque repetido desde la cúspide del poder político de la nación, como el que hemos sufrido nosotros, puede jugar el papel de catalizador involuntario del odio asesino de los enemigos de la organización y las luchas populares”, escribió hace 15 meses el ingeniero Aquiles Córdova Morán, dirigente nacional antorchista, tras denunciar varios asesinatos y vejaciones, hasta hoy impunes, sufridos por mexicanos antorchistas tras el arribo de la 4T al poder.

No hemos sido los antorchistas los únicos acosados en el sexenio, está ampliamente documentado cómo, tras cada diatriba presidencial contra algún mexicano, sea líder social, empresario, comunicador, etcétera, viene un alud de calificativos hirientes de sus seguidores para linchar mediáticamente y eventualmente encarcelar al que caiga en desgracia en la picota mañanera o en el mitin de ocasión, convertidos en tribunales del Santo Oficio; la presunción de inocencia se ha convertido en papel remojado y hay una verdadera batida de caza contra las instancias que puedan significar contrapesos o simples disonancias respecto a la voz mañanera; la víctima en turno es el Instituto Nacional Electoral al que se pretende convertir en sucursal de Morena. Junto con eso, hemos visto envilecer de miedo a algunos medios de comunicación, quienes empavorecidos ante el nuevo poderoso se alquilan para deshacer prestigios y acusar de crímenes a inocentes cuando así conviene a la 4T, sin meditar en que ellos pueden ser los siguientes enjuiciados sumariamente.

En Puebla hay un buen ejemplo para ilustrar este nuevo modelo abusivo del poder y lo que le espera a nuestra patria si se entroniza más tiempo. El actual gobernador llegó al poder tras que la gobernadora Martha Érika Alonso falleciera, junto con su esposo y otras personas, al caer el helicóptero en que viajaba, sin que hasta el momento se establezcan fehacientemente las causas de la caída. Los resultados de la elección mediante la cual llegó al poder Barbosa gritaban que se requería una política muy cuidadosa y cercana a la gente, pues Morena obtuvo menos votos que el PAN, y no ganó la elección sino gracias a los votos que le dieron otros partidos que se han convertido en sus satélites. Junto con eso, la caída en la votación fue dramática y elocuente del “mal humor” social, pues de un año a otro Barbosa pasó, en números redondos, de 860 mil a 682 mil votos, y la abstención por poco llega al 70%, un verdadero desastre electoral.

Pero ninguna de esas alarmas fue escuchada, y lo que se ha visto es un hombre que, al igual que el modelo que sigue, intenta gobernar a Puebla a impulsos de su soberana voluntad y, siguiendo el guion federal, también ha declarado la guerra a los “intermediarios y las organizaciones”, no resuelve nada de los graves problemas de inseguridad y pobreza que padece Puebla y ha sustituido la interlocución con las fuerzas políticas de ese estado por audiencias públicas de relumbrón, en las que cientos de personas tienen que hacer fila para plantear sus asuntos. El cálculo es que ningún poblano forme parte de una fuerza numérica suficiente para exigir que el gobernador cumpla las promesas que hizo en campaña y las que hace en las famosas audiencias.

Pero esa genial idea tiene un gran inconveniente, la velocidad de atención es ridículamente pequeña, y los problemas importantes verdaderamente resueltos son cercanos a cero, lo que ha provocado que en unos cuantos meses la popularidad del gobernador se deslice en un tobogán, al grado que hay encuestadoras que lo ubican como el gobernador peor evaluado de todo el país. La respuesta del gobernador es casi idéntica a la del ocupante de Palacio Nacional: decir que todo va muy bien y endurecer sus ataques contra quienes le exigen resultados contantes y sonantes, de lo que no se han salvado ni algunos morenistas, como el alcalde de Tehuacán, actualmente preso por ordenes del gobernador, ni otras organizaciones: en diciembre del 2019, en una reunión con varios alcaldes, incluidos algunos antorchistas, Barbosa dijo que “fueran a chingar a su madre las organizaciones como Antorcha Campesina”; unos días antes, ante un reclamo de estudiantes que exigían que el gobierno siguiera pagando la electricidad de su albergue, en Tecomatlán, Puebla, el gobierno estatal llenó de policías el pueblo e incluso solicitó y obtuvo la presencia de la Guardia Nacional, que solo se retiraron cuando las imágenes de policías amagando a jovencitos se volvió un tema nacional en las redes sociales. Evidentemente, el gobernador se da cuenta de que crece la inconformidad contra su gobierno, pero en vez de corregir el rumbo e intentar ganarse a los poblanos con políticas que algo atenúen la inconformidad, arremete contra quienes representan una fuerza que pueda sustituir a Morena en el poder.

Esta vena autoritaria se ha mostrado plenamente ante el Movimiento Antorchista Poblano, una asociación civil que reunió los requisitos que la ley ordena para registrar un partido político estatal, cuyo trámite había iniciado un grupo de poblanos bajo la denominación de ‘Podemos Puebla’, un trámite autorizado por el Instituto Estatal Electoral. El vigor social y la gran aceptación que tuvo la nueva propuesta de partido se evidenció en que en un tiempo record reunieron sobradamente los requisitos, principalmente la prueba de fuego consistente en demostrar que tienen mucha gente que los respalde. La repuesta represiva, grotesca como hacen los que se creen impunes, no se hizo esperar, de inmediato se envió a Miguel Ángel García Onofre, un morenista, a encabezar el Instituto Electoral del Estado y a dar un golpe autoritario declarando nulo todo lo que habían hecho 50 mil poblanos para defender su derecho a formar un partido. Para cerrar la pinza represiva, Barbosa, que hace algunos meses marchó hasta que se cansó por las calles de Puebla para defender su interés de ser gobernador, salió a lanzar amenazas de “aplicar la ley” si se generaban manifestaciones de descontento y llamó “criminales” a los antorchistas, simplemente porque evidenciaron la intromisión grotesca del gobernador en los órganos electorales. Además, se alquilaron los servicios de un periódico que había caído en desgracia con la 4T, al que le entregaron viejos expedientes judiciales para que los hiciera públicos con sonoros titulares que afirman que los antorchistas somos investigados por vender huachicol, a pesar de que sobre ese asunto hay amparos a favor nuestro que demuestran la inexistencia de un delito.

Lo que hace el gobierno morenista en Puebla nos permite calibrar el grave riesgo que corremos todos si Morena logra anular a los órganos electorales federales y dispersarnos para que no podamos hacer un solo frente de resistencia y solidaridad mutua. Los antorchistas resistiremos y estamos dispuestos a unificar nuestras fuerzas con todos aquellos que piensen que un gobierno abusivo y sin rumbo no es el futuro que merecemos los mexicanos.