Por: Carlos Ugalde Sixtos
Casi todas las promesas que hizo AMLO durante su campaña de mas de 20 años han sido olímpicamente incumplidas: que bajaría la gasolina, que serían “primero los pobres”, que pondría en su lugar a Donald Trump, que acabaría con el neoliberalismo, que no permitiría la corrupción, que acabaría el nepotismo, que entre sus colaboradores no habría “moches”, que nuestra economía crecería al 6%, que mandaría al ejército a los cuarteles, etc., etc.
Pues bien, para agregarle una raya mas al tigre, el domingo pasado trascendió que México obtuvo del Banco Mundial un crédito por mil millones de dólares, así lo informaron los diarios Milenio y El Economista, los cuales detallaron que la solicitud fue hecha por el gobierno mexicano y aprobada por el Banco Mundial a fines de mayo. De esta manera, el presidente, a su ya larga lista suma una inconsecuencia más pues dijo que no endeudaría al país. En efecto había jurado y perjurado que durante su gobierno no aumentaría la deuda externa, porque, entre otras cosas, esos dineros eran otra fuente de corrupción.
Pero, precisamente por ser ya larga la lista de incumplimientos, no sorprendió mucho, más bien muchos pensaron que con ese dinero iba a atender, ¡por fin!, los efectos negativos de la pandemia. Pero ¡oh sorpresa! Nada de eso. Resulta que el crédito obtenido es de los llamados DPL que van destinados al financiamiento general y no van dirigidos a ninguna actividad específica. En otras palabras, esos recursos no son para apoyar al sector salud en su lucha contra el Covid 19, ni tampoco para brindar apoyo alimenticio a familias de trabajadores que han quedado sin empleo. Entonces, ¿en qué utilizará esos recursos? Piensa mal y acertarás: van para la compra de votos y conciencias rumbo a la contienda electoral del 2021.
En alguna colaboración anterior, proponía, como última instancia, los préstamos, como una de las maneras de allegarse recursos para combatir los efectos negativos de la pandemia. Reconozco haber caído en una ingenuidad tremenda al pensar que el presidente estaba reaccionando, en alguna medida, al llamado desesperado de millones de mexicanos que están sobreviviendo de milagro.
Otra de las propuestas para allegarse recursos era la de aplazar, no suspender, sólo posponer para otro momento, mega obras como El Tren Maya, la Refinería de dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y dirigir todos esos recursos a lo prioritario: salvar vidas y combatir la hambruna. Dicha propuesta surgió de varios sectores de nuestra sociedad; sin embargo, al igual que otras, también fue ignorada. Ahora que, en los primeros días de junio, el presidente reinició sus giras, con ello quedó claro que a él solo le interesa preparar el triunfo electoral en 2021. Incluso provocó que el otrora líder moral de su corriente de “izquierda”, Cuauhtémoc Cárdenas, le sugiriera -luego que ya varios actores lo habían hecho, la misma propuesta- que ahora con hechos consumados volvió a ignorar.
En fin, vemos con tristeza y angustia que el primer mandatario no hace caso, ni a propios ni a extraños. El poder no solo lo ha ensoberbecido más y lo ha obnubilado todavía más, lo hace cometer inconsecuencias y errores garrafales que seguramente tendrán su repercusión en la contienda electoral de 2021.