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La adulación, el sello de la cuarta transformación

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Alejandro Torres

La democracia occidental, de la que México es parte, muy a pesar de las declaraciones presidenciales acerca de que el neoliberalismo ya no existe en nuestro país, se sustenta en los grandes pensadores de la ilustración como Descartes, Voltaire, Rousseau y otros más: sus aportaciones fueron el basamento para construir las modernas naciones cosmopolitas.

“La gran aportación de Maquiavelo a la ciencia política moderna consistió en descubrir que, a pesar de todas las realezas heredadas de sangre, a pesar de todos los designios divinos del príncipe, éste, sí de verdad quiere gobernar en paz y prosperidad, tiene que contar con el apoyo, con el consenso mayoritario de su pueblo. De lo contrario, de nada valdrían maniobras, amenazas o astucias”, escribió un gran pensador y político mexicano (Aquiles Córdova Morán. Buzos 696, 28 de diciembre 2015, p. 29).

Con ese consenso fue que el partido en el poder ascendió al máximo poder nacional, la presidencia de la República. Al tiempo ese consenso se ha ido deteriorando como la espuma del mar en perjuicio de la figura presidencial y su proyecto de nación, según el #AMLOTrackingPoll de El Economista, la aceptación ya llega al 48.6 del gobierno del licenciado Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

En este contexto resulta trascendente la figura de Maquiavelo por cuanto su aportación a los Medicis, en la representación de Lorenzo El Magnífico, no fue una obra para la adulación en favor de éste, más bien fue una serie de consejos, si se me permite la palabra, para que esa forma de gobernar, de hacer la política mediante el amiguismo y del patronazgo, de repartir favores y dinero, además de caprichosa y mezquina, no llevaría a la grandeza de Florencia y menos a la de la  Italia de esos tiempos.

Debemos tener presente que, hace un año, la aceptación de López Obrador era de 64.5 (Ibíd.), ahora presenta una disminución de 16 puntos, en números redondos. El descredito en que ha caído el desempeño del partido gobernante y AMLO se reflejan en la tendencia de los números; para algunos todo es culpa del Corona-virus. Pero la pandemia, que nos vino como anillo al dedo, a decir del Presidente, solo vino a mostrar las fortalezas y debilidades del inquilino de Palacio Nacional. Las últimas son las que predominan.

En medio de la pandemia provocada por el Covid-19, los mensajes de López Obrador, supuestamente de aliento. han resultado una verdadera pifia en los mensajes gubernamentales tanto de la mañana como de la tarde pues hay falta de objetividad, están llenos de frases domingueras, que salen más de la entraña que de un pensamiento serio sobre la realidad.

Al paso del tiempo la situación se torna más dramática, con escenas dantescas de fallecidos sin el tratamiento debido, sin información en los hospitales, con falta de atención, como ocurrió en Tijuana con Leticia y Armando, que después de peregrinar en hospitales y haciéndolos esperar en la calle, finalmente fallecieron sin recibir la atención correspondiente que permitiera tenerlos entre nosotros; esto “nos recuerda el fracaso de un sistema de salud” abandonado ya de hace un buen tiempo y que la malograda Cuarta Transformación (4T) le ha dado la puntilla con su Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), sepulturero del Seguro Popular. y que en esta trágica situación simplemente está borrada, no existe.

Los países más ricos y con una mejor infraestructura en su sistema de salud han respondido a su población con acciones concretas, con medicinas, con médicos, con hospitales. Por citar un ejemplo, tanto los senadores estadounidense como la Cámara de Representantes estadounidenses aprobaron una bolsa de 2.2 billones de dólares para el rescate de su economía y apoyo a la población por los efectos de la pandemia del Corona-virus. Si tomamos en cuenta nuestro Producto Interno Bruto (PIB) de 1.2 Billones, el país del norte destinará casi el doble de lo que producen los obreros y trabajadores en México.

A los mexicanos simplemente nos mandaron a casa y que “Dios te ayude”. La voz ciudadana reclama por todos los medios apoyos alimentarios, un programa urgente de abasto. El jerarca de la nación simplemente no escucha, pareciera que no le importa la vida de los mexicanos, él continua con su Tren Maya, con su aeropuerto de Santa Lucía, su refinería de Dos Bocas o su reforma para disponer del erario público a su antojo.

Ante todo este panorama qué contrapesos tiene AMLO, ninguno, aunque es probable que si lo tuviera tampoco lo escucharía o ya lo hubiese etiquetado con sus adjetivos favoritos y trillados. Solo vemos a falsos críticos de su gobierno como los Alatorre, o aduladores como los Epigmenio Ibarra que defiende lo indefendible, o los Ackerman, los Gibrán que con títulos académicos llenan de adulación y zalamería al Presidente en turno, ya ni qu{e decir de los periodistas piratas (literal) o tanto lord molécula de los que se llena la mañanera, eso daña más de lo que ayuda.

Si los grandes pensadores vieran en que se ha convertido su teoría sobre el Estado, sobre la división de poderes, sobre la laicidad y que apareció un Mesías que afirma que gobernar no es una ciencia, rodeado de chamanes y aduladores, seguro nos reprobarían. No debemos permitir tanta indolencia gubernamental, tanto abuso de poder. Como dijo William Shakespeare en El mercader Venecia: “un precedente tal introducirá en el Estado numerosos abusos; eso no puede ser”.

¿Y al pueblo sabio? Seguramente tiene que considerar a Maquiavelo para cuando llegue su horario en el instante puro, debe saber que hay propuesta para una mejor forma de gobernar, sustentado en la cientificidad de la historia y que considera cuatro ejes: empleos suficientes, mejores salarios, inversión en infraestructura social e impuestos progresivos. En tanto, sigamos exigiendo un plan que ayude a paliar a los mexicanos la falta de alimentos, de medicamentos, México no es pobre, hay con qué. Levantemos la voz; ahora más que nunca debemos luchar porque, si no lo hacemos, dejaremos a nuestros hijos sin futuro.