En un país así, no cabe la esperanza
Laura Castillo García
Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México
Cual personajes del “Ensayo sobre la ceguera”, novela de ficción del escritor portugués José Saramago, parece que millones y millones de mexicanos adquirieron la rara enfermedad que de repente dejó ciegos a todos los habitantes de una ciudad ficción y, por tanto, la única preocupación que tienen es la de su propia supervivencia.
José Saramago (1922-2010) fue uno de los novelistas portugueses modernos más conocidos y apreciados en el mundo entero. En 1995 –luego de publicar Manual de pintura y caligrafía (1977), Alzado del suelo (1980), Memorial del convento (1982), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989) y El evangelio según Jesucristo (1991), publicó Ensayo sobre la ceguera (1995) y, en 1998, la academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura, para galardonarlo, la academia destacó su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».
Es el caso de Ensayo sobre la ceguera: en ella, Saramago nos presenta una pobación que de repente se queda completamente ciega, sin la mínima posibilidad de ver y entender lo que pasa a su alrededor y, por tanto, sin ningúna idea de tratar de cambiar ese estado de cosas porque lo único que les interesa es su propia existencia.
La novela de Saramago “nos alerta sobre «la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron». En su ensayo, el premio Nobel de literatura se plantea la duda acerca de si en un mundo así cabrá alguna esperanza.
Luego de varios años de haber leído tan inquietante novela, me volvió a la mente inmediatamente después de haberme enterado de la muerte trágica de 40 migrantes centroamericanos, quienes encontraron el fin de su existencia en un centro de detención de migrantes ubicado en Ciudad Juárez, el cual está bajo la responsabilidad del Ejército mexicano que debió brindarles garantías de seguridad, pero no lo hizo.
Ante tan lamentable acontecimiento y el inminente inicio de campaña rumbo a la gubernatura del Estado de México y las próximas elecciones presidenciales de 2024, vinieron a mi mente las siguientes interrogantes: ¿será posible que los mexicanos vuelvan a votar por Morena en 2024? ¿Votarán nuevamente por ese partido a pesar de las irresponsabilidades, malos resultados y corruptelas del gobierno de López Obrador? ¿Será posible que los mexiquenses le entreguen la gubernatura del Estado de México a la candidata de Morena; sí, a esa que tiene habilidades de corrupta, delincuente y mentirosa? ¿Acaso los mexicanos y los mexiquenses no ven que Morena está destrozando al país, que lo tienen al borde del precipicio? ¿Acaso no lo ven? ¿Acaso están ciegos? Sí, ciegos, tan ciegos como los personajes de Saramago.
Sí, tan ciegos que no ven la crueldad, ineficiencia y estupidez de la política migratoria de López Obrador, quien en el 2019 dobló las manos ante el presidente estadounidense, Donald Trump, personaje que le exigió miles de soldados mexicanos, y gratis, para que los migrantes sean detenidos en las fronteras norte y sur de México a fin de frenar a como dé lugar su entrada a Estados Unidos.
Ni tardo ni perezoso el presidente López Obrador se ocupó afanoso de la tarea que le dio Trump: ahora los soldados mexicanos se dedican a detener a todo aquel que pretende llegar a tierra estadounidense: los encierra en el centro de detención de migrantes mientras les llega el día de su deportación, sin importa las condiciones en que vive esa gente ni si están de acuerdo o no en ser deportados. Hay que recordar que esa gente salió huyendo de sus países por no tener las condiciones mínimas para vivir satisfactoriamente. Por eso se expatriaron; por eso dejaron tierras, familias, pertenencias, todo, con la única ilusión de llegar a la tierra prometida y lograr el sueño americano. Pero no fue así: el lunes 27 de marzo esos migrantes supieron que serían deportados y protestaron. Lamentablemente, los empleados de López Obrador no controlaron la situación y, ya sabemos, el saldo fue trágico: 40 seres humanos muertos.
Cuando el imperialismo norteamericano sabe que las mercancías que produce no son consumidas en su mercado interno, inmediatamente organiza guerras de invasión y rapiña para acomodarlas en otros países y, de paso, robarse las riquezas naturales que le interesan. Así lo ha hecho en Irak, Siria, Afganistan, Egipto, etc., en donde no solo llegan a invadir para robar recursos naturales y acomodar sus mercancías, sino que incluso mata planificadamente a la población civil para presionar a los gobiernos legítimos y hacerlos que doblen las manos lo más pronto posible.
Pero cuando seres humanos deciden dejar sus países porque no les brindan las oportunidades ni las condiciones para vivir con los mínimos satisfactores y buscan llegar al imperio del norte con la esperanza de que les brinde lo que necesitan, Estados Unidos los repele a como dé lugar, y no es él mismo el que hace el trabajo sucio, el que lo hace es su vecino del sur (México), y lo obliga a hacerlo si no quiere que ejerza represión en contra del capitalismo mexicano, como lo fue la amenaza de imponer 5 por ciento de incremento en impuestos sobre la mercancía mexicana. O sea, Estados Unidos exige libre circulación de mercancías gringas y para lograrlo invade y mata gente; pero, cuando se trata de seres humanos que buscan llegar a EE.UU. para mejorar su vida y la de sus familias, entonces los trata como animales, sin importarle que mueran en el intento, como es el caso.
La terrible muerte de los 40 migrantes centroamericanos no es el único acontecimiento que me lleva a pensar que en México hay varios millones de ciegos, que lamentablemente todavía confían en Morena a pesar de que sus resultados son malos, malísimos: 1) durante los más duros meses de pandemia, murieron más de 600 mil mexicanos, según cifras de investigadores independientes; 2) López Obrador no quita el dedo del renglón para acabar con la democracia a través de acabar con el organismo encargado de protegerla y desarrollarla, el Instituto Nacional Electoral (INE); 3) a un año de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que fue construido por el capricho del presidente López Obrador, sigue subutilizado y prácticamente se perdieron los millones invertidos en él… además de los millones de pesos que el presidente echó a la basura al no permitir que siguiera la construcción del aeropuerto que se estaba levantando en el municipio de Texcoco; 4) la gasolina no ha bajado de precio como prometió el presidente, al contrario, ha subido tanto que hasta los conductores ya están pensando en utilizar el transporte público a pesar de que está muy mal; 5) la tremenda violencia en Guanajuato, Zacatecas, Michoacán y Sinaloa llevan a los analistas políticos a concluir que, durante la administración lopezobradorista, el crimen organizado se ha fortalecido hasta lo indecible; 6) al grado que se han multiplicado los casos de desaparición de mujeres y feminicidios.
Tal vez las millones de transferencias directas que hace el gobierno de López Obrador sea el virus que está provocando la rara enfermedad que deja ciegos a millones de mexicanos y, al igual que los personajes del Ensayo sobre la ceguera, no pueden ver la terrible situación que atraviesa el país. Pero, como dijo, el mismo Saramago: los que tenemos ojos, tenemos la responsabilidad de alertar y guiar a los que los perdieron.
Sí, los que tenemos ojos, los que todavía podemos ver, los que saben que los programas sociales por los que reciben transferencias directas son derechos constitucionales y no se los puede quitar nadie, debemos denunciar lo malo que hace el gobierno de López Obrador y prevenir sobre lo que puede suceder en el Estado de México si Morena llega a gobernarlo.
Lo peor que le puede suceder al país, y al Estado de México, es que todos nos quedemos ciegos porque, como también advirtió Saramago: en un país así, no cabría la esperanza. Afortunadamente, todavía hay millones de mexicanos que tienen ojos y dan esperanza de que en México las cosas pueden cambiar.
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