Inicio Opinion Efraín Huerta, el cocodrilo centenario

Efraín Huerta, el cocodrilo centenario

0

Textos en libertad

José Antonio Aspiros Villagómez

Para el amigo y colega Octavio Raziel García Ábrego en su cincuentenario profesional, con el deseo de que llegue el reconocimiento a su fecunda labor periodística y literaria.

Octavio Garcia Raziel

El 18 de junio se cumplirá un siglo del natalicio de Efraín Huerta Romo, uno de nuestros principales poetas en cuya obra ocupa un sitio relevante la Ciudad de México; él nació en Silao, Guanajuato, pero vivió por décadas en la capital del país y la recorrió a pie.

Entre sus odas citadinas están Avenida Juárez, Buenos días a Diana Cazadora, Declaración de amor, Declaración de odio, Del miedo a la compasión y Juárez-Loreto, que figuran en ‘Poesía completa. Efraín Huerta’ (1988), libro que el veterano Martí Soler editó y David, hijo del poeta, prologó en la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica.

Octavio Garcia F2

De esa faceta de su producción se ocupó Miguel Ángel Hernández Acosta en su tesis profesional ‘La ciudad de México en los poemas de Efraín Huerta: un análisis narrativo’, que contiene “un mapa de las calles y lugares que habitan la poesía” del también periodista, así como “el cambio de geografía” en sus versos a partir de que se mudó a Polanco (letralia.com).

Pero es ‘Los hombres del alba’ (1944) el libro considerado -por los que saben- como el más relevante del ‘Gran Cocodrilo’, porque constituyó un parteaguas en la poesía, en la cual destaca también por el uso de vocablos rudos y expresiones nada solemnes que los ortodoxos han de haber reprobado. Huerta, hombre de izquierda, hizo del verso un instrumento de protesta.

Rafael Solana escribió en el prólogo de ‘Los hombres del alba’ que la poesía de Huerta “es desagradable en la misma forma que lo son las pinturas de Orozco”, y por su parte Carlos Montemayor comentó en Casa del tiempo, revista de la UAM que él fundó, que quizás a lo largo de toda la obra del guanajuatense el principio rector sea el amor “real, imperfectamente humano, amplio y contradictorio”, ya sea “desde el odio, desde la ira, desde la impotencia o desde la muerte”.

Y todo eso a pesar de que, con humor, en su poemínimo titulado ‘Pequeño Larousse’ Efraín llama “embustero” a dicho lexicón porque consideró su trabajo como “de contenido social”, pues “yo sólo escribo versos de contenido sexual”.

También celebraba jocosamente que el ‘Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México’ señalara que había muerto en 1968. El tecleador recuerda tal desatino porque esa obra fue en un tiempo una de sus principales fuentes de consulta.

Uno de los poemas de Huerta se titula ‘Hoy he dado mi firma para la Paz’, en lugar -dice- de haber dedicado ese día a rubricar un poema o “los pequeños artículos”, o una carta, un mensaje o “el documento que te esclaviza”.

Luego de hurgar un poco, encontramos que lo escribió en 1952, cuando asistió en Berlín al Congreso Mundial por la Paz, al parecer financiado de manera encubierta por la Unión Soviética en los inicios de la guerra fría.

En esa composición consigna que fue una joven “con ojos de esperanza” quien “bajo los altos árboles de la Alameda” le pidió su firma, y aun cuando parece que no se trata de la misma alameda que está en la Ciudad de México, de todas maneras será en ésta, a la que cantó, donde también lo conmemoren en su centenario.

Está en marcha un programa de actividades para recordar a quien impulsó en 1949 el movimiento llamado cocodrilismo -caracterizado por “el humor, la forma de ver la vida, y la lejanía con [Octavio] Paz (tanto en la escritura como en la ideología)” según Hernández Acosta-, lo que le valió el apodo de El Gran Cocodrilo. En un artículo de ese año 49, Huerta explicó que “el cocodrilo (…) no es otro monstruo que el subconsciente”.

Los homenajes iniciaron en febrero durante la Feria del Libro de León y han seguido con una exposición en el Centro Cultural Bella Época curada por sus hijas Eugenia y Andrea Huerta, lecturas de sus poemas en diversos escenarios, reediciones de sus obras y nuevos libros acerca de él, la colocación de su nombre en el muro de honor de la Asamblea Legislativa del DF y actividades a cargo de la Secretaría de Cultura capitalina, entre ellas la develación de una escultura en la avenida Juárez el domingo 22, obra del artista Juan Manuel de la Rosa, como parte del ‘Gran Cocodrilo Fest’ organizado por el GDF y el INBA.

Los cocodrilos llegan a vivir entre 50 y 80 años; Huerta -Gran Cocodrilo- murió a los 68, el 20 de febrero de 1982. Hoy lo recordamos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí