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Creatividad y fervor inundaron de color y alegría las calles de Metepec en la fiesta de San isidro

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  • Así se agradece al patrono de los agricultores su intercesión por una cosecha abundante.

Metepec, México.- Las jornadas festivas en honor San Isidro Labrador llegaron a su fin este año con el Paseo de la Agricultura, vistoso y alegre, como siempre.

Al filo del mediodía, y luego de recibir la bendición, las cuadrillas inundaron de color y alegría las calles de Metepec, para dar inicio a una procesión de fe y agradecimiento.

Las cuadrillas, algunas hasta de 700 integrantes, mostraron el producto del trabajo en equipo y avanzaron organizadas, bailando, repartiendo tamales, tlaxcales, gorditas y otras frituras y golosinas. Así, compartiendo, se agradece al patrono de los agricultores su intercesión por una cosecha abundante.

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Para andar en esta fiesta no existen límites a los vehículos rigurosamente decorados: bicicletas, tractores, yuntas y carros alegóricos; autos viejos, autos nuevos, camiones o lo que se puede usar, cuando se tiene, porque si no hay en qué moverse, hay animales que nos transporten, y si no, caminemos las calles del Pueblo Mágico de Metepec.

En esta fecha conviven lo pagano y lo sagrado con un mismo objetivo: retribuir a San Isidro un poco de los bienes recibidos.

El cuadro plástico que conforman todos estos hombres y mujeres, niños y niñas desborda creatividad y talento en elegir los disfraces y cada detalle, porque predominaron caminando las tlacualeras, que representan a las mujeres que llevaban la comida a sus esposos en el campo, pero también desfilaron otros personajes y representaciones.

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Más de 500 cuadrillas pasearon bajo la égida de mayordomos y capitanes, precedidas por lienzos donde se ve a San Isidro en su labor o haciendo algún milagro; se observaron bailes y rezos para agradar al santo; se obsequió el producto del maíz cosechado; se sintió la presencia del ánima del campo, que no admite fronteras, sino distintas geografías, porque todo es un elemento más de este vistoso paisaje.

Los vecinos participan como anfitriones de propios y extraños, luego de adornar sus casas y tener preparada el agua para los paseantes.

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Y los niños, verdaderos herederos de toda la historia y su tradición, son los encargados de recitar la oración de la semilla, porque en ellos está depositada la simiente del compromiso de hacer de la tradición una costumbre.

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