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El hambre en tiempos del Corona-virus

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Por: Alejandro Torres

Haces unos días a mi puerta tocó una señora que al abrir solicitó una bolsa de arroz, de frijol, de lo que fuera para aliviar su hambre y la de su familia, porque su marido lleva días sin trabajar y no hay recurso para comprar comida pues con el obligado encierro la situación se torna más difícil. Traía consigo a un bebé, aunque no era necesario pues su rostro denotaba por sí hambre y una ansiedad de conseguir algo para aliviar su necesidad. La escena, según me cuentan amigos, se empieza a volver reiterada, aunque no nueva, pero en tiempo del Corona-virus sin duda la misma se ira repitiendo de forma más acuciosa.

Si esas escenas ocurrieran en países cuyas economías se encuentran en los últimos lugares del ranking mundial, diríamos que no tendríamos por qué extrañarnos; sin embargo, esto ocurre en México, un país rico, que se encuentra en el lugar 15 de la clasificación mundial en cuanto a economía se refiere, según organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). Ocurre aquí, en un país que tiene en su vecindario a millonarios de las grandes ligas, como lo señala la revista Forbes, o crea nuevos al amparo del gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación (4ªT), como el conocido dueño de una famosa televisora; aquí donde tenemos costas, valles, ríos, mares, selvas, minas, etc. No obstante, aquí el hambre se cierne terriblemente sobre millones de mexicanos.

Por el momento no abordaremos el por qué hay grandes millonarios en México, simplemente diré que ahí donde hay multimillonarios es porque se hacen a costa del trabajo de millones de seres humanos que no poseen nada, más que su fuerza de trabajo para sobrevivir.

Las cifras de nuestro país hablan un poco por sí solas: son pobres 91 millones de mexicanos, de los 125 millones que habitamos México; de éstos, casi la mitad, 41 millones, viven en pobreza extrema; es decir, escasamente resuelven su problema de alimentación, ya no digamos de vivienda, de salud o de educación… eso ya es un lujo. Del empleo ya ni qué hablar, 60 millones dependen de un empleo informal, por decirlo elegantemente, esto quiere decir que no cuentan con un empleo seguro, con las prestaciones mínimas de ley, la salud incluida; que su supervivencia depende de vender algo en el comercio ambulante, de contratarse como afanadoras, como albañiles, plomeros, etc.

Aquí la realidad obliga a una digresión, porque el ambulantaje ha sido satanizado y perseguido con una saña encarnizada; los gobiernos de todos los niveles y colores los han perseguido cual torvos criminales con operativos dignos de una epopeya militar cinematográfica, pero en la 4ªT se ha mostrado más violenta, ahí tenemos los casos de Puebla, donde el mismísimo gobernador morenista, Miguel Barbosa, ha ordenado su desalojo de la capital poblana, pasando por encima de la munícipe; lo mismo sucede con el alcalde de Toluca, morenista hoy pero panista hace años. La pregunta a estos ejemplares de la 4ªT es: ¿de qué van a vivir esas familias? Si no los dejan vender sus mercaderías, acaso tienen una opción para darles un empleo seguro o simplemente es desalojarlos y ya, si, además, hasta donde tenemos presente, el gobierno federal en su casi año y medio de desempeño lleva dos millones de despedidos. ¿Acaso en eso consiste su cuarta transformación?

Regresamos. Si el hambre azotaba ya de por sí a millones de hogares mexicanos, la situación se ha complicado con el encierro obligado por la pandemia del COVID-19: los pequeños negocios, comercios, la construcción, las dependencias no prioritarias, las plazas comerciales, la esperada temporada alta del turismo, escuelas, etc., todo está cerrado, la consecuencia es que empleados y trabajadores a descansar, a cumplir con el obligado confinamiento, pero de los salarios poco se precisa. La propuesta gubernamental de cómo se va a resolver el alimento diario de los millones de familias en confinamiento no ha llegado. Si, además, consideramos que como una maldición llegaron los recortes a troche moche con la 4ªT y acabaron con los apoyos tradicionales como Prospera o Procampo, que en algo ayudaban a paliar la difícil economía de millones de mexicanos de la ciudad y el campo; si los comedores comunitarios fueron desaparecidos por la bárbara pluma morenista, misma que subió la edad de pensión a los 68 años u ordenó el cierre de las estancias infantiles que le procuraba un techo, alimento y cuidado a los hijos de madres trabajadoras. De tal forma que institucionalmente poco o nada se ha hecho, solo promesas. Como si se tratara de una campaña política, el presidente de la República se pasa horas hablando todas las mañanas sin hacer una respuesta contundente y convincente al respecto.

Urge un programa de apoyo alimentario, no conformarnos con aunque sea una despensita en palabras del pueblo, se necesita un verdadero programa que resuelva esta necesidad. Si en realidad el neoliberalismo se acabó en México, como usted afirma Señor presidente, esto quiere decir que en sus manos está el control de toda la riqueza de nuestro país. Pero como esto no es así, y como en el ejercicio fiscal 2019 su gobierno dejó de ejercer 15 mil 600 millones de pesos (Milenio 30 de enero), si el dinero que se ahorró con la cancelación de tantos programas asistenciales que no se ven repuestos, simplemente desaparecieron o llegan de forma selectiva, entonces, dinero hay, lo que falta es voluntad y seriedad en el ejercicio de su mandato.

El hambre no espera, la paciencia se agota, el reclamo es real y urgente, antes de que la señora con el niño en brazos pase del pedir al tomar. La historia ha registrado el dramático desenlace cuando esto ocurre, mi llamado, nuestro llamado, es a la organización ciudadana y a la petición respetuosa pero enérgica de un programa de apoyo alimentario, aún hay tiempo.