Carlos Ugalde Sixtos
Hace tres meses el Sr. Presidente se reunió con la crema y nata de los empresarios de México. En dicha reunión hubo compromisos de ambas partes: por parte del máximo representante del Gobierno de la 4T de fomentar un clima social de tranquilidad y una serie de facilidades fiscales para el libre desarrollo de la inversión (el neoliberalismo continúa hoy más que nunca) y, de parte de la clase empresarial de invertir, este año, la fabulosa cantidad de 32 mil millones de dólares.
Ojalá que los señores capitalistas honraran su palabra, cumpliéndola. Sin embargo, la historia del capital en México y en el mundo entero nos hace dudar de que esto así suceda: lo más probable es que, en efecto, si inviertan esas montañas de dinero o hasta más, pero… no en México. Además, se comenta en radio pasillo, los empresarios hicieron uso de otro truco: sumaron las cantidades que ya están incluidas en proyectos avanzados, es decir, no sólo las que van a aplicar en inversiones nuevas. En fin, todo parece que se trata de un acuerdo en donde la simulación campea por los dos bandos.
Cuando AMLO militaba en la oposición, una de sus más fuertes críticas a los distintos gobiernos en turno, era la que consistía en fustigarlos por falta de crecimiento económico y ahora que él no ha logrado mejorar esas cifras y de que ya no pudo decir “yo tengo otros datos” ha recurrido a otra falacia: este primero de septiembre, en su primer informe de gobierno dijo: “Otro elemento básico de nuestra política es desechar la obsesión tecnocrática de medirlo todo en función del simple crecimiento económico. Nosotros consideramos que lo fundamental no es lo cuantitativo sino la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza…” Ajá, o sea que los habitantes de la República Amorosa van a mitigar el hambre con puro amor. Pero, además, los antorchistas hemos repetido hasta el cansancio, no sólo la afirmación clara y contundente sino también la fundamentación de la misma, de que si en verdad AMLO, o cualquier otro gobernante, quiere hacer una real distribución del ingreso y de la riqueza tiene que cambiar drásticamente el modelo económico actual. Si en verdad quiere pasar del dicho al hecho tendría que generar empleo para toda la población económicamente activa, convenciendo a la clase empresarial de la conveniencia de asignar salarios dignos a todos los trabajadores, tendría que realizar lo que le aconsejaba Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda y Crédito Público, una reforma fiscal progresiva y, por último, una reorientación, hacia las masas trabajadoras, del gasto público, etc., etc.
Por otra parte, son tan precisos los cuatro ejes del modelo económico antorchista, que hasta el primer ministro de Canadá, aunque en otro contexto, declaró que los ingresos que recibe la clase obrera mexicana por concepto de la venta de fuerza de trabajo, son salarios de hambre.
En conclusión, si el gobierno de la mal llamada 4T (mal llamada, porque en México sólo ha habido, hasta el momento, una transformación de raíz: la que aconteció con el desenlace de la Revolución Mexicana de 1910-17), no logra incentivar el crecimiento económico, lo único que estará distribuyendo equitativamente, en el mejor de los casos, será la mas profunda y lacerante pobreza material y espiritual como jamás se había visto desde hace ya mas de un siglo. Quedará evidenciado que gobernar no es cosa fácil, que se necesita preparación especializada para poder pasar de los buenos propósitos a los resultados, que el neoliberalismo, la corrupción y la pobreza no pueden desaparecer por decreto, sino conociendo las leyes económicas que rigen su origen, desarrollo y extinción. Ojalá que AMLO y sus seguidores corrijan a tiempo y no cuando ya sea demasiado tarde.