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Transformar la sociedad para transformar la vida

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Laura Castillo García

Como todo mundo sabe, hace 47 años nació Antorcha Campesina en un pueblito de la Baja Mixteca poblana, en Tecomatlán, Puebla. Los fundadores, mucho se ha dicho, fueron tan solo 30 campesinos y lo hicieron urgidos por la necesidad de gestionar una escuela secundaria para que sus hijos tuvieran oportunidad de cursar ese grado toda vez que, a fines del siglo XX, en ese pueblo olvidado solo existía una escuela primaria y nada más.

Ese hecho detonó el trabajo de construcción de una organización de masas que durante 47 años ha ayudado a cambiar las condiciones de existencia de los más humildes y necesitados del país. Había en México tantos mexicanos a los que no hacen caso los gobiernos locales, estatales y federal, que Antorcha fue muy bien recibida, pues con arduo trabajo, gestiones y organización, fue posible mejorar las condiciones materiales de vida de miles de poblanos, primero, y luego de millones de mexicanos. En pocos años Tecomatlán pasó de ser un pueblo productor de migrantes, a un pueblo con todas las comodidades de la vida moderna y, lo que es más importante, con escuelas suficientes para dar educación a toda la población y en todos los grados académicos, donde sus niños, jóvenes y adultos se preparan para forjarse un futuro en su propia tierra.

En la década de los 80, los éxitos del trabajo antorchista llegó a oídos de los habitantes de Huitzilan de Serdán, Pue., quienes por años padecieron la violencia y explotación de parte de un grupo de matones aliados con grupos caciquiles de poder, por lo que solicitaron la intervención de la organización a la que sabían cercana a los limpios intereses del pueblo. Bajo la guía de activistas antorchistas, que se jugaron la vida para ayudar a los huitziltecos, el pueblo organizado venció a quienes asesinaron a cientos de sus familiares y, una vez pacificado el pueblo, empezó la lucha y llegó el progreso. Hace aproximadamente 20 años conocí Huitzilan de Serdán, un verdadero paraíso natural con un pueblo moderno en el que sus habitantes viven en un clima de paz y trabajo.

Similares son las historias de desarrollo y progreso de los municipios de Ixtapaluca y Chimalhuacán en el Estado de México, las cuales son bien conocidas por los mexiquenses, y de cientos de comunidades del país, en las que activistas antorchistas han dirigido las gestiones y peticiones hacia los diferentes niveles de gobierno a fin de mejorar la infraestructura de esas comunidades y, por tanto, la vida de sus habitantes.

Todo el inmenso trabajo que miles de activistas del antorchismo han desplegado durante 47 años a favor de los mexicanos más desprotegidos del país, es la concreción del ideal originario de la organización antorchista: construir una sociedad en la que todos tengamos mejores oportunidades de trabajo, vivienda, salud, educación, cultura y deporte, entre otros rubros.

Aunque todas las obras se hayan conseguido con base a gestiones y desgastantes marchas que han realizado los mexicanos más pobres del país, a los de gobierno les resulta más barato concederlas porque, además de que les granjean el buen ánimo de la gente, también suavizan la terrible situación de pobreza en la que viven, la cual es resultado del injusto régimen económico prevaleciente, en donde los trabajadores de todas las ramas de producción reciben un miserable salario a pesar de que son ellos los que generan la gran riqueza que disfrutan los dueños de medios de producción.

Cambiar ese sistema injusto de distribución de la riqueza, siempre ha sido el objetivo profundo de la organización social más exitosa del país: Antorcha lo que quiere es construir una sociedad más justa e igualitaria para todos los mexicanos, no solo para unos cuantos ricachos como hasta ahora sucede en México y a los que una y otra vez defiende y protege el presidente López Obrador.

Desde hace 47 años Antorcha se planteó trabajar en la construcción de una sociedad en la que todos los mexicanos gocen de empleo y salarios suficientes para que solventen todas las necesidades propias y de sus familias y, a fin de que tengan una vida plena y satisfactoria, que también gocen de una salud mental sana en la que juegan un importante papel las obras en las que les atiendan su salud, se eduquen, hagan deporte, tengan recreación y se acerquen a la cultura sin ninguna restricción. Todo esto, pues, coadyuva a que la gente tenga un desarrollo sano e integral y, por tanto, a que no enferme mentalmente y, por tanto, que no lastimen a la sociedad como hasta ahora lo hacen los múltiples delitos sociales que padecemos, entre los que se encuentran la violencia intrafamiliar y de género.

Para lograr eso, debemos estar conscientes de que necesitamos un gobierno visionario que, sin destruir la propiedad privada, llegue a consensos con los individuos más ricos de la sociedad para que acepten una política fiscal progresiva en la que paguen más impuestos los que más tienen y, por tanto, que entreguen menos impuestos los trabajadores con salarios más bajos. Es decir, queremos que se revierta la situación actual en que la mayor carga fiscal recae en los menos tienen.

Con esas simples pero grandes modificaciones en el funcionamiento de la sociedad, y con un gobierno empático a los sectores más vulnerables, Antorcha está segura que los mexicanos lograremos transformar a la sociedad y, por supuesto, se transformará la vida de millones de mexicanos a los que hasta ahora se les han negado oportunidades de una vida más digna.