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¿Por qué valen las mercancías?

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Abel Pérez Zamorano

¿De dónde surge el valor de las mercancías? Esta pregunta desconcierta a muchos economistas modernos, que confunden el concepto valor con el precio, cuando en realidad se trata de dos conceptos diferentes. Para responder la interrogante es necesario establecer primero que, de acuerdo con los clásicos, la Economía se divide en tres grande esferas: la producción, que incluye las fábricas, la agricultura, las minas, etcétera; la circulación, llamada mercado en nuestra sociedad, aunque en otros modelos puedan operar otros mecanismos de distribución de los bienes a los consumidores; y, finalmente, la del consumo, donde se realizan la utilidad de los bienes.

Para muchos economistas el valor de las mercancías se genera en la circulación, dependiendo de la abundancia o escasez del producto y de las preferencias del consumidor. Si alguien está dispuesto a pagar mucho, o hay una gran demanda de un bien escaso, su valor subirá; por el contrario, si la demanda es poca y el bien abunda, los consumidores no ofrecen mucho por él, por lo que valdrá menos. A ésta se le llama la teoría subjetiva del valor, pues lo hace depender de la mente del consumidor, de sus gustos y preferencias, de sus urgencias por uno u otro bien y en cuánto lo valores.

Sin embargo, este criterio es erróneo, primero porque se confunden aquí valor y precio de las mercancías, siendo este último el que oscila con las variaciones de la oferta y la demanda, pero no el valor, que en el corto plazo permanece constante. El precio es sólo el valor expresado en dinero, pero no es idéntico a éste, pudiendo subir o bajar con respecto a él. Si la demanda sube, el precio lo hace, pero el valor no tiene por qué hacerlo. O si hay más oferta que demanda y el bien abunda, entonces bajará el precio. En segundo lugar, no es consistente, porque da origen a múltiples valores posibles, dependiendo de cuánto aprecie cada quién el bien.

Pero entonces, ¿el valor? ¿Dónde y cómo se determina? La economía inglesa, sobre todo la de David Ricardo, y posteriormente Marx, formularon la teoría del valor-trabajo, según la cual el valor no es otra cosa que trabajo acumulado. Las cosas valen porque contienen trabajo; sólo el trabajo crea valor. Algunas son muy útiles, como el aire, pero al no haber sido producidas por el hombre, no valen, salvo que se les aplique trabajo, por ejemplo aislando el oxígeno y metiéndolo en un tanque, pero el aire libre, ése no tiene valor y, por lo tanto, tampoco precio.

Ahora bien, ¿cuánto valor tiene una mercancía? De acuerdo con la teoría mencionada, éste depende de la cantidad de trabajo cristalizado en ella: a más trabajo, más valor, y viceversa. Hay que aclarar que el trabajo contenido lo medimos en tiempo, y también, que para determinar el valor total de una mercancía, no sólo nos referimos al trabajo vivo, inmediato, aplicado en su proceso específico de producción, sino al tiempo de trabajo total requerido, incluyendo el necesario para producir las materias primas y otros recursos, en la medida que se hayan empleado.

Así, una mercancía producida en un total de dos horas, tendrá el doble de valor que otra producida en una hora, y en el mercado, tratándose de un mismo bien, se venderá más rápido esta última, pues su precio, expresión del valor, será de un medio del de la primera. Con esto será más competitiva y ganará mercado.

Claro está que determinar así el valor no nos lleva al absurdo de que cada cosa individual se cotice según el tiempo requerido para su producción, pues entonces tendríamos que un productor lento, o que trabaje con tecnología atrasada, aplicaría más tiempo que otro más rápido o con mejor tecnología, y entonces cada mercancía tendría un valor distinto. No, las cosas no funcionan de esa manera, pues según la teoría, el valor está socialmente determinado, por el promedio de tiempo de producción empleado por los productores de un bien (el tiempo de trabajo socialmente necesario) aunque algunos sean más rápidos y otros más lentos.

Ésta es la teoría objetiva del valor, según la cual éste es creado en el proceso productivo, no en la circulación, en el mercado; no depende de la utilidad del producto o las preferencias del consumidor, ni de lo que esté dispuesto a pagar.

Lo anterior reviste una gran importancia, pues los productores que requieren demasiado tiempo para producir un bien, pedirán por él un precio elevado, pero el mercado no lo aceptará, sino que pagará sólo el promedio, más bajo que el de los productores que emplean menos tiempo, les recompensará con un precio superior al valor de sus productos. Así, los ineficientes terminarán siendo expulsados y los eficientes se consolidarán como más competitivos.

Finalmente, ¿cómo puede un productor reducir el valor, y con ello el precio de un productor, para quedar en el promedio o incluso por debajo, y ser competitivo? Obviamente, elevando la productividad.