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Torcer la Ley, especialidad de la 4T

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Por: Carlos Ugalde Sixtos

Desde tiempos remotos en que la sociedad quedó dividida en clases sociales, las clases dominantes han utilizado diferentes métodos y artimañas para controlar y, si es posible, hasta hacerse querer por los explotados.

Así sucedió por ejemplo en el antiguo Egipto, en donde el faraón hacía creer a sus gobernados que su designación tenía origen divino y que las predicciones, como el desbordamiento del río Nilo, eran muestra de que se tenía contacto directo con los Dioses. En realidad, la clase dominante, al verse libre del trabajo manual, algunos de sus integrantes se dedicaron a observar detenidamente el movimiento de los astros, dando origen a los primeros cimientos de la Astronomía.

Aunque ya se habían elaborado Leyes y Códigos antes de la antigua Roma, es en esta donde surge el Derecho como ciencia jurídica y es también en esta en donde la clase dominante, los patricios, empiezan a idear diferentes formas de torcer la Ley, sobre todo en lo que se refiere a su interpretación a la hora de aplicarla, ya que una misma ley puede ser justa para una clase o estrato social determinados y totalmente injusta para otro sector social. Así tenemos que para Marco Tulio Cicerón la Ley es una meretriz que se ofrece al mejor postor.

En la época feudal y hasta muy entrado el capitalismo, existió, para vergüenza y oprobio de la humanidad, el Tribunal del Santo Oficio mejor conocido como La Santa Inquisición, por medio del cual se asesinaron a miles y miles de personas, muchas de ellas científicos y filósofos, tanto del viejo como del nuevo mundo. Bastaba con que el acusado de herejía fuera señalado por alguien sin ninguna prueba fehaciente, se consideraba suficiente con su testimonio personal para sentenciar a la víctima, la cual era sometida a una serie de torturas, las cuales lo obligaban a declararse culpable. En realidad, fue una forma eficaz para deshacerse de opositores ideológicos o políticos. Nada que ver con brujas o cosas del demonio.

En México en la década de los setentas del siglo XIX, Porfirio Díaz llega al poder luchando bajo el lema “sufragio efectivo, no reelección”, sólo para que después instaure su dictadura por más de treinta años, bajo el mismo lema, sólo que cambiando de lugar la “coma”: “sufragio efectivo no, reelección”. Cierto, una manera muy burda y evidente de torcer la Ley, pero así quedó registrado en la Historia de México, lo cual se explica porque en aquel entonces la inmensa mayoría de los mexicanos era analfabeta. Durante el porfiriato las Leyes de Reforma quedaron encadenadas y no fue sino hasta la Constitución de 1917, y como una conquista de la Revolución iniciada en 1910 precisamente contra la dictadura porfiriana, cuando son refrendadas en nuestra Carta Magna.

Actualmente, el gobierno de la cuarta transformación, mal llamada así, ha hecho varias reformas a la Ley que dan al traste con las conquistas del pueblo trabajador y que costaron sangre de casi diez años de lucha en el movimiento revolucionario. La Reforma Laboral y la Ley de extinción de dominio, entre otras, apuntan claramente en ese sentido. Pero donde la violación de la Ley es francamente burda y descarada, al estilo porfirista, es en el Estado de Puebla, donde el Gobernador Miguel Barbosa ha emprendido una “cacería de brujas” contra dieciséis líderes Antorchistas inventándoles delitos jamás cometidos. La diferencia con la época porfirista es que el analfabetismo ha quedado atrás y que mas de dos millones y medio de Antorchistas conscientes no permitiremos que se reprima con cárcel a nuestros hermanos de lucha. Que conste.