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La isla

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La vida como es…

De Octavio Raziel

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México es el único país del continente americano con islas-prisión: las Marías. La más grande, la María Madre, con 145 kilómetros cuadrados es la colonia penal que alberga a unos 3,000 internos. Le acompañan las islas María Magdalena, María Cleofas y San Juanito. Antes tuvimos la pequeñísima isla de San Juan de Ulúa, frente al puerto de Veracruz, de donde el legendario Robin Hood mexicano, Jesús Arriaga, alias “Chucho el Roto”, logró escapar emulando a Edmund Dantes

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Las dictaduras latinoamericanas se especializaron en crear este tipo de reclusorios donde las rejas eran el mar y los guardianes los tiburones o las gélidas aguas. Argentina, instaló un penal en la isla de Ushuaia, literalmente en el fin del mundo, donde guardaba a sus indeseables. En Colombia, la isla Gorgona (Cauca) fue cerrada recientemente y convertida en centro turístico; en ella aún perviven en sus paredes poemas anónimos de presos que purgaron sentencia: “aquí se bebe el cáliz más amargo que nos brinda el dolor y la pobreza”. Chile utilizó la isla Dawson, en el extremo sur de ese país, donde las temperaturas son realmente gélidas. Allí tuvieron, en gélidas barracas, a los ministros del gobierno de Salvador Allende y al rector de la universidad de Concepción. También en el sur de Chile la isla de Juan Fernández, donde se sostiene vivió largos años un náufrago que sirvió de modelo a Alexander Selkirk para su novela Robinson Crusoe. Esa isla fue prisión de independentistas contra el dominio español. Finalmente, en el 2005 fue cerrada como cárcel la isla de Coiba, en Panamá, la penúltima colonia penal sobre una isla en América.

La democracia estadunidense tuvo la de Alcatraz de la que sólo cuatro hombres lograron escapar y el dictadorque enviaba a su enemigos políticos a la Isla de Pinos, Cuba, ahora conocida como de la Juventud fue Fulgencio Batista (1901-1973).

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Quienes están en las Islas Marías merecen el castigo a sus acciones en tierra continental; sin embargo, habrá que agradecerles sean los “custodios” del patrimonio territorial de la nación; ellos, de alguna manera, impidieron que la garra del depredador Ernesto Zedillo Ponce de León las vendiera o concesionara.

Ya tuvimos amargas experiencias cuando intereses extranjeros nos arrebataron islas Cliperton, en mar abierto del Pacífico, ahora en manos de franceses; o las Coronado, en especial la Santa Catalina, frente a San Diego, California, que aún siguen siendo propiedad mexicana, aunque detentadas por los estadounidenses.

La isla Bermeja está señalada en diversos mapas y documentos históricos que la localizan a más de 100 kilómetros al noroeste de la península de Yucatán, bajo dependencia de México. Fue vendida a los Estados Unidos por el presidente de triste memoria Ernesto Zedillo como también la Aguada, lo que permitió a los yanquis ampliar su mar territorial y reservas petroleras; y nuestros ferrocarriles nacionales. El poder mediático del duopolio televisivo de Azcárraga y Salinas, la gran prensa y la radio han tratado de ocultar estos actos de rapiña; pero mientras exista alguien que recuerde a las nuevas generaciones que nuestro territorio es indivisible los traidores a la patria serán señalados en la consciencia nacional.

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